emprender Viventi

Emprender no es una tarea fácil, sobre todo si no lo has hecho antes nunca. Yo, lo confieso, pensaba que iba a ser mucho más rápido: mi idea loca es que íbamos a abrir Viventi y que a los pocos días la gente iba a llegar sin que hiciéramos apenas nada, por nuestra cara bonita. Supongo que es la arrogancia de quien empieza y el optimismo perpetuo que, de eso, tengo mucho. Soy de las personas que siempre piensa que la cosa va a ir mejor de lo que va. El optimismo es algo positivo en la vida porque equivale a la esperanza. El problema es cuando el optimismo se convierte en una negación de la realidad o en una justificación constante y perpetua, en una especie de muletilla de “no hay que preocuparse, todo va a ir a mejor”…

Ahí, permitidme la expresión, la has cagado porque esperas que algo cambie sin que tú hagas nada lo que es muy difícil que suceda. Ya lo dijo Einstein: “La locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”. Hay que tener cuidado con eso que se ha dado en llamar el pensamiento positivo y con libros como ‘El secreto’ que pregonan que con tan sólo desear algo sin interferencias negativas ya es suficiente para que eso llegue porque creamos nuestra realidad.

Yo creo que desearlo y visualizarlo es el primer paso. Con eso trabajamos en el coaching: nos marcamos objetivos, nos planteamos a dónde queremos ir, lo visualizamos, incluso podemos vivirlo en nuestra imaginación, y una vez que está definido ese objetivo nos ponemos en marcha para lograrlo. Ponernos en marcha significa ser activos, actuar para que suceda eso que deseamos, caminar en esa dirección y ahí se incluye aprender de nuestros errores. Mirar hacia atrás y decir: “Esta acción no me está llevando al lugar al que quiero ir, me está llevando a otro lugar en el que no deseo estar”. ¿Qué tengo que hacer para ir al lugar al que quiero ir? Así, poco a poco, vamos rectificando la marcha y haciendo para llegar donde queremos.

En este proceso es fundamental aprender de los errores y no considerarlos fracasos: simplemente es un proceso de prueba y error. Probamos una acción que no nos da los resultados esperados. Y punto. No hay juicio, no hay fracaso, sólo hay aprendizaje, un aprendizaje que según mi experiencia ya de dos años con la creación de Viventi es necesaria y contribuye a formarnos como empresarios.

Durante estos dos años, sobre todo durante el primer año, espero, cometí un buen número de errores. De esos errores nace este artículo y, me atrevería a decir, este blog y en cierta medida nuestro programa de desarrollo profesional con el que acompañamos a emprendedores como nosotros en su recorrido e intentamos ahorrarlos dinero y tiempo acompañándoles en su andadura e intentando evitar que caigan en los mismos errores que nosotras. Digo nosotras no porque me mole usar el plural mayestático, sino porque en Viventi somos tres socias. Estos han sido los que considero mis principales errores:

1. Pensar que los clientes iban a llegar hasta mí por mi cara bonita

El orgullo es, para mí, uno de los pecados más chungos porque te aísla. Hace que sólo veas tu realidad y, en cierta medida, dejas de ver al otro. Éste es el primer pecado que cometimos con Viventi. Me da un poco de corte contarlo pero cuando montamos Viventi pensaba que con poner unos cuantos carteles en Benalmádena, donde estamos ubicadas, iba a venir media ciudad a hacer coaching, terapia o entrenamiento de oratoria con nosotras. Sobra decir que me nos equivocamos y que, en el caso de las empresas e instituciones con las que trabajamos, somos  nosotras quienes hemos ido a buscarlas y contarles lo que hacemos, mientras que al centro la gente que ha llegado hasta ahora es porque no lo hemos currado, bien con los contenidos de esta web, bien por el boca oreja o bien porque, en efecto, nos han conocido a través de algún cartel pegado en una pared pero esos han sido contados con los dedos de dos manos.

2. Creer que lo importante era lo que hacíamos y lo que queríamos hacer y no las necesidades de nuestro cliente

Aquí no es orgullo: es soberbia, que es aún peor. Al principio nosotras teníamos claro lo que hacíamos y lo que queríamos hacer y lo que hacíamos y queríamos hacer era terapia y coaching y tener un centro con mucho  movimiento en el que las personas tuvieran una amplia oferta de servicios para crecer como personas. Traducido a un lenguaje normal y desde el punto de vista empresarial esto significaría, si fuéramos un quiosco, estar a las puertas de un colegio y vender sólo verduras. ¿Qué niño compraría para el recreo una zanahoria? Ojalá fueran muchísimos, pero la realidad es que lo que quieren y necesitan los niños son chucherías. Ese quiosco se estaría dando un tiro en el pie, ¿cierto?

3. Imaginar que todo iba a ser muy rápido

Volvemos al optimismo compulsivo. Mi desbordante pensamiento positivo me llevaba a imaginar Viventi lleno hasta los topes a los pocos meses de abrir, con las dos consultas que tiene siempre en funcionamiento y con la sala de actividades sin ninguna hora libre. Fui poco realista, no me cabe la menor duda. Me salté varias fases del tirón y me fui al final, a algo que sucederá pero que no será ahora. Paciencia, amigo emprendedor.

4. Volcarnos en comercializar las actividades de los demás y dejar en un segundo o tercer plano las nuestras

Cuando concebimos Viventi lo imaginamos como un sitio vivo, con muchas actividades y con mucho movimiento. Para ello necesitábamos un buen número de colaboradores y a eso fue a lo que nos dedicamos durante los primeros meses hasta el punto de que le dábamos mucha más prioridad a comercializar las actividades que hacían esos colaboradores a las que hacíamos nosotras. Vuelvo de nuevo al punto anterior: empezamos la casa por el tejado. El número de actividades que tienen que hacer los colaboradores para que Viventi sea sostenible es enorme. Con ese modelo el centro tenía que estar tan lleno como imaginábamos en el punto anterior para que tres personas pudiéramos vivir de ello. Lo primero y lo que hace a una empresa como la nuestra viable es que la base de su movimiento parta de sus propias actividades.

5. No hacer números reales

Antes de abrir Viventi hicimos un pequeño plan de negocio que se quedó en el limbo una vez empezamos a funcionar. Íbamos haciendo nuestras cuentas cada mes pero no había una estrategia definida en ese plan de negocio. Fue cuando el Centro Andaluz de Emprendedores (CADE) comenzó a tutorizarnos cuando hicimos número reales, vimos en qué situación estamos y hacia dónde queremos ir. Los números son para mí un guantazo de la realidad porque plasman a ciencia cierta lo que hay pero son necesarios si queremos saber hacia donde va nuestra empresa y cuál es su recorrido.

6. Querer llegar a todo

Sí, durante los primeros tiempos de Viventi hemos sentido que tenemos el don de la ubicuidad y de la bilocación, como Santa Teresa, que estaba en dos lugares a la vez. Cuando digo que hemos querido llegar a todo significa de forma literal eso, que hemos querido estar en todos los sitios para tener presencia, para que nos conozcan algunas veces sin pensar el objetivo que teníamos al ir a o cual lugar. No pasa nada por ir, el problema es que si estás en un sitio no puedes dedicarte a hacer cosas que tienes que hacer de modo que si estás mucho en la calle no puedes realizar un trabajo continuado y serio. En este punto, el equilibrio es el mejor antídoto.

7. Desechar lo online

Este error me duele en especial y me duele porque yo siempre he sido una firme defensora del potencial que tiene internet. Como periodista me pasé tres años coordinado la edición digital de un periódico en Málaga y tenía que luchar a viento y marea contra los compañeros que pasaban de escribir y hacer contenidos para el digital y sólo les ponía el papel. Pues bien, cuando montamos Viventi hicimos lo mismo. “No, queremos hacer algo presencial, donde la gente se puede tocar”, nos dijimos. La realidad nos llevó por otro camino. En mi caso, cuando empecé a hacer sesiones de coaching online me di cuenta de lo que se podía mover en esas sesiones y de la magia que supone estar sentada en Málaga y poder tener clientes de todo el mundo. Me encanta lo presencial y lo vivencial, sobre todo con los grupos, pero ese amor por trabajar en vivo y en directo no quita que se un flipe trabajar codo con codo, por ejemplo, con alguien que está en cualquier parte del mundo y quiere hacer coaching para escribir un libro o montar su empresa.

8. No crear contenidos para nuestra web

Otro de los que me duelen en especial. Me encanta escribir, creo que es mi gran vocación, por así llamarlo. De hecho, durante 15 años me he ganado la vida escribiendo pero durante muchos meses no vi que nuestra web era un lugar en el que escribir y en el que contar historias que podían ser útiles para cientos de personas (no lo digo yo, lo dicen las estadísticas de Google Analytics). Quizás necesitaba estar un tiempo en barbecho para verlo así.

9. Pensar que nuestro marketing se limitaba a colgar carteles en las calles y a tener presencia en Facebook

Este error está relacionado con los anteriores y creo que la base está en asociar la palabra marketing a algo maligno, dañino e incluso creer que no es compatible con una actividad como la que realizamos en Viventi relacionada con el crecimiento personal. ¡Gran error! Durante estos últimos meses he aprendido a ver el marketing como un instrumento de comunicación para contar qué es lo que hacemos y qué problemas solucionamos. ¿Cómo va a llegar la gente hasta nosotros si desconoce para qué servimos?

10. Pasar del correo electrónico para estar en contacto con nuestra gente

Pensábamos que si mandábamos más de un correo electrónico al mes a nuestra lista de suscriptores, éramos unas pesadas y estábamos haciendo spam puro y duro. Muchos blogs tuve que leer (recomiendo el de Frank Scipion y el de Laura Ribas) para darme cuenta de que mandar un boletín semanal con información útil sobre desarrollo personal y profesional no es hacer spam. Para mí lo más alucinante está siendo el ‘feedback’ de algunos suscriptores que nos dicen que les encanta nuestro boletín y que se lo leen cada domingo. ¡Pedazo de regalo!

Estos son los errores que yo he cometido durante mi primer año como emprendedora. ¿Te has planteado tú cuáles son los tuyos? Me encantaría leerlos un poco más abajo, en los comentarios, porque creo que de los errores de uno aprendemos todos.