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Tendemos a echar balones fuera. No sé si alguna vez has contactado con la frustración, con la rabia o con el enfado porque alguien ha hecho algo que no esperabas o porque ha dejado de hacer algo que esperabas. Suele pasar que creemos que la respuesta a nuestros problemas dependen de los otros. Ahora, con la crisis, ¿cuántas veces hemos escuchado decir que la culpa de todo lo que sucede es de quienes nos gobiernan? ¿Cuántas veces nos hemos quejado por todo lo que han robado los poderosos?

Nadie parece acordarse de aquel momento en el que pedíamos hipotecas para comprar pisos y casas a precios desorbitados con el fin de no bajarnos del carro que en ese momento de bonanza económica manejaba nuestra vida. Aquello ya es agua pasada pero creo que es bueno recordar que en aquel momento de expansión económica nos sentíamos poderosos, sentíamos que podíamos manejar nuestro destino y que, incluso, podíamos decidir qué hacer con nuestra vida, qué comprar, dónde pasar las vacaciones, a dónde ir.

Sin embargo no podemos olvidar que quienes hemos elegido a los que nos gobiernan somos nosotros mismos. Eso de echar balones fuera está muy bien porque aleja el problema, hace que lo pongamos fuera de nosotros y que nos consolemos pensando que no podemos hacer nada, que la solución escapa de nosotros y que tienen que ser alguien externo quien logre sacarnos las castañas del fuego.

Con esta actitud hay una dejación, hay un no asumir cuáles son tus responsabilidades con la vida, un no asumir que nosotros tenemos capacidad de elección y de acción. Es más fácil poner la mancha en el otro, en el que está en frente, porque así podemos seguir siendo como somos,  estar encantados de habernos conocido y eludir cualquier tipo de responsabilidad sobre nuestra vida.

Lamentablemente vivimos en un momento en el que esta actitud está a la orden del día. Con la crisis parece que se ha agudizado esto de echar balones fuera, de no asumir quiénes somos en realidad y de dejar de lado nuestra responsabilidad con la vida. La única forma de crecer es tener muy presente esto porque cualquiera que acometa un proceso de desarrollo personal o profesional debe de ser consciente de que la realidad depende de forma exclusiva de él o de ella.

Nosotros somos quienes creamos nuestra propia realidad a través de las elecciones que hacemos cada día. Cada una de esas elecciones nos llevará hacia un lugar o hacia otro. ¿Cuántas veces te has arrepentido de algo que hiciste en determinado momento? ¿O cuántas veces te has dado una palmada en la espalda por una decisión tomada hace ya varios años?

Cada vez estoy más convencida de que el cambio de esa realidad en la que estamos inmersos se consigue con el cambio personal, con la transformación humana, con un trabajo callado y continuo que tiene mucho que ver con cambiar el punto de vista con el que miramos la vida, que tiene mucho que ver con ser quienes somos en realidad y no un sucedáneo que se adapta a lo que los demás o la sociedad esperan.

La creación de tu propia realidad tiene mucho que ver con quién eres, con descubrir esa esencia que llevas dentro. Ahora mismo me estoy leyendo el libro ‘El elemento’, de Ken Robinson, en el que narra como aquellas personas que descubren cuál es su talento en la vida lo tienen muy fácil: todo fluye y llegan a brillar siendo quienes son.

Crear tu propia realidad también tiene mucho que ver con ser capaz de soñar y de visualizar aquello que quieres lograr. Estoy convencida (así me lo ha enseñado la vida en estos 40 años que tengo) que cuando quieres algo con todas tus fuerzas y pones ahí la atención, algo mágico sucede y un camino, a veces inesperado, se abre para que llegues al punto al que quieres llegar. Poner la atención en eso que deseas es como ir con la antena desplegada y ser consciente de todas las oportunidades que se abren de repente para  poder crear esa realidad que quieres crear, para poder estar en el lugar en el que deseas estar.

¿Y tú, cómo lo haces? ¿Cómo creas tu realidad? Si tienes alguna fórmula que te funcione, me encantaría que la compartiera con nosotros.