Nueve días pueden dar para mucho. Al menos para mí han dado para mucho y me han regalado varias lecciones que he aprendido sobre gestión de equipos y sobre mí misma al trabajar como friegaplatos. Bueno, si soy sincera no ha sido un trabajo. Han sido nueve días que he estado sirviendo y poniendo mi granito de arena para que otros compañeros crezcan tanto como yo lo estoy haciendo con el Programa SAT, el curso diseñado por Claudio Naranjo en el que aprendemos sobre eneagrama (si no sabes lo que es, te lo cuento aquí) y, sobre todo, aprendemos a ser quienes somos en realidad.

Empecé el SAT en 210 y, en teoría, ya lo he acabado al hacer el SAT V, aunque es de esos procesos que nunca se acaba porque cada vez que hago un trabajo con Claudio Naranjo o con su equipo me doy cuenta de algo sobre mí misma que desconocía. Para mí el SAT ha sido el curso más importante que he hecho en mi vida. Me ha dado la vuelta como a un calcetín, así que la propuesta de la gente de la Casa Grande -donde se hace- de ir a un SAT a trabajar en la cocina a cambio de comida, alojamiento y entrar en las meditaciones, tal y como se hace en algunos centros budistas, me pareció un regalo muy grande.

Yo he hecho el SAT, he ido de ayudante de los profesores en tres ocasiones a los introductorios (el primer curso del SAT) pero vivirlo desde la cocina es algo que nunca había experimentado. Además, para mi ego -los que me conocéis más ya sabéis que me encanta que se me vea- eso de estar con un delantal recogiendo bandejas, fregando platos y sirviendo desayunos y bandejas era toda una prueba.

Además del trabajo que ha hecho mi ego, también he de decir que yo me he llevado unas cuantas lecciones muy importantes a la hora de gestionar equipos. Vivir cómo funciona a la perfección un equipo formado por una decena de personas es toda una lección en sí misma. A mí me toca dirigir Viventi y la gestión de equipos y de personas es algo que me cuesta. Hago deporte desde que tengo seis años pero siempre los que mejor se me han dado son los deportes individuales. Es como si en los de equipo no tuviera mucha fe y, mira tú por donde, ahora mismo tengo una empresa en la que la gestión de equipos es algo prioritario así que para mí aprender a gestionarlos es también algo prioritario.

¿Cuáles son esas lecciones que he aprendido?

1. Lo primero, tener un objetivo común

Para que un equipo funcione es imprescindible tener un objetivo común. En la cocina de la Casa Grande el objetivo está claro: que la gente coma bien para que haga el trabajo que le toca hacer en el curso. Y todos los esfuerzos de todo el equipo van dirigidos hacia ahí sin ninguna fisura. 

2. Orgullo de equipo

Pues sí, yo me sentí orgullosa de estar durante esos nueve días currando en el equipo de cocina, compartiendo ese objetivo común y currando para ello. Hizo que recordara con añoranza mis ocho años trabajados en el periódico El Mundo. Cuando tú estás en un periódico el objetivo de cada día es que el periódico salga, se publique y tenga la mejor información que le puedes ofrecer a tus lectores. Cuando el periódico sale redondo, todo el equipo se siente bien, lo que no impide que nada más cerrarlo ya se comience a preparar el del día siguiente. En la cocina sucede algo parecido: cuando te das cuenta de que las más de 100 personas que hay en el SAT han comido bien, te entra un subidón enorme lo que no impide que te centres en dejar la cocina lista y recogida para volver a dar el mismo servicio al día siguiente. Ahí abajo dejo una foto en la que estoy con parte del equipo.

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3. Poner amor en lo que haces

Por muy rutinario que te parezca un trabajo es imprescindible poner amor en lo que haces porque si lo haces con amor cambia tanto tu manera de vivirlo como la manera de vivirlo de esas personas a las que estás sirviendo. La gente que está currando en la Casa Grande sabe mucho sobre esto de poner amor en lo que hacen: amor y alegría.

4. Impecabilidad

Ser impecable significa estar exento de tacha, según el Diccionario de la Real Academia Española. Es algo de lo que habla mucho mi amigo, terapeuta y compañero de SAT Alejandro Rodríguez y que, confieso ahora, no comprendía hasta que he pasado esos nueves días en la cocina. Ahora, creo que es un concepto que entiendo mejor y, al menos para mí, significa comprometerte con tu trabajo, hacerlo cuando te comprometes a hacerlo, cumplir los plazos, los horarios y si no puedes con algo, también decirlo. Para que un equipo funcione es imprescindible que la impecabilidad sea uno de los valores compartidos porque, si no, se produce la falta de confianza entre ellos. Esta lección está muy pero que muy bien aprendida.

5. Mirar al otro

En un cocina, donde puede haber hasta diez personas moviéndose al mismo tiempo. es imprescindible mirar al otro, saber lo que hace pero sin vigilarlo. Más que nada es tener la conciencia puesta también en lo que hacen los otros para no duplicar tareas, para echar una mano en el momento que es adecuado y para evitar incidentes, como ese bandejazo que recibí en plena cara cuando me despisté mirando hacia otro lado.

6. Cada uno tiene una tarea

Es imprescindible que cada uno dentro del equipo tenga una tarea y sepa cuál es. Hay veces que, cuando comenzamos una labor, queremos hacerlo todo. Y hay veces que cuando llevamos mucho tiempo no queremos hacer nada. No es ni una cosa ni otra: es saber cuál es nuestra tarea en cada momento y acometerla.

7. Respetar la jerarquía

Pues sí, aunque a veces joda hay una jerarquía que cumplir. Hay alguien que decide qué se hace y punto. Hay veces que esa persona es más o menos líder. Lo deseable: que sea líder y que empuje a todo el equipo a dar lo mejor de sí.

8. Poner límites

Los límites son necesarios, tanto para los clientes como para el propio equipo. A mí esta lección me viene muy bien porque como yo tengo problemas a la hora de ponerme límites a mí misma, también tengo problemas a la hora de ponerle límites al mundo, tanto a la gente que trabaja conmigo como a los clientes. Sí, esta es de esas lecciones que me grabo a fuego.

9. Cuidar a tu gente y cuidarte a ti

Es imprescindible cuidar a la gente que trabaja contigo, saber quiénes son, cuáles son esas preocupaciones que le quitan el sueño y qué les pasa. Y cuidarte a ti, lo que implica que es necesario que pongas límites de los que hablaba en el anterior punto y que sepas cómo quieres dirigir tu empresa. Hay veces que no queremos parecer jefes autoritarios (a  mí me pasa eso) lo que provoca que me cueste poner esos dichosos límites. Sin embargo, poner límites tiene mucho de cuidar, de cuidar a tu gente y de cuidarte a ti.

Pues sí. Estas son las nueve lecciones que he aprendido en esa aventura que ha supuesto para mí estar nueve días en la cocina de La Casa Grande y por la que me siento muy agradecida a Cesca, a Pepe, a todo el equipo de cocina y a Ana, que compartió días de servicio conmigo y con quien, a pesar de ser la autora del dichoso bandejazo en plena cara, eché muchos ratos de risa.