El equipo de Viventi con las participantes de Ideas en Femenino y Charo Moreno | Fotografía de Javier Cebreros de La Opinión de Málaga

El equipo de Viventi con las participantes en la séptima edición de Ideas en Femenino y Charo Moreno, organizadora. | Fotografía de Javier Cebreros de La Opinión de Málaga

Ayer fue un día de celebración para el equipo de Viventi: nos invitaron a contar en Ideas en Femenino nuestra historia. Me tocó hablar y mí lo que conté fue cómo surgió Viventi, qué nos llevó a dedicarnos al desarrollo de las personas. Para quienes no lo sepáis Ideas en Femenino es una iniciativa que surgió de Studio Ideas y de su directora Charo Moreno para que mujeres emprendedoras contemos nuestra historia, qué es lo que nos ha llevado a emprender, cómo surgió esa idea y cuál ha sido el camino recorrido hasta llegar al punto en el que estamos.

Tuve la suerte de compartir escenario con Laura Baena, creadora del Club de Malas Madres, y con Macarena Fernández, quien está en algo muy parecido a lo que estamos haciendo nosotras con su consultora Ananse. Ella también está intentando llevar el desarrollo humano a las empresas y a las personas. Laura, por su parte, creó hace unos cuantos meses su Club de Malas Madres que se ha convertido en todo un éxito en las redes sociales que la ha llevado a aparecer en buen puñado de medios de comunicación. Lo que ella hace tiene también mucho que ver con el crecimiento personal y con el autoconocimiento: ha dado un medio de expresión cargado de humor a todas aquellas mujeres que se sienten malas madres porque conciliar vida profesional y maternidad es en ocasiones una locura.

Yo, por mi parte, hablé sobre mi proceso, sobre cómo mi proceso personal es lo que desembocó en la creación de Viventi. Empecé contando cómo hace algunos años, en concreto unos seis, logré lo que yo pensaba que era la realización: estaba trabajando en uno de los grandes medios nacionales, El Mundo, tenía un sueldo muy decente para ser periodista y una pareja con la que llevaba varios años y a la que amaba.

Llevaba trabajando para lograr estar en ese punto desde que salí de la facultad de Periodismo, hacía ya más de una década. Mi día a día durante esos más de diez años se había centrado en lograr estar en ese punto en el que estaba. En teoría todo tenía que ser ideal. Pero había algo que fallaba, algo así como un vacío interior, un hueco interno que estaba ahí y que, cuando menos me lo esperaba, salía  a relucir.

A veces pensaba que era culpa del periódico, que no se me reconocía suficientemente lo que valía. Otras veces me decía que yo estudié periodismo para contar historia y lo que estaba haciendo era ir a ruedas de prensa, transcribir lo que decían y que ahí no contaba alguna historia. La mayoría de las veces me limitaba a transcribir opiniones de tal o cual persona. Otras veces le echaba la culpa a los horarios en el periódico, al trabajar un fin de semana sí y otro no, o a los pequeños problemas que se puede presentar en la pareja durante el día a día. La culpa de ese vacío siempre estaba fuera, nunca pensé que fuera algo mío.

Cuando mi pareja en aquel momento comenzó a formarse como terapeuta me dio una especie de ultimátum: o yo empezaba a mirarme un poquito hacia dentro o la relación que teníamos acabaría yéndose al traste. Se ve que no era tan feliz como yo pensaba que era. Fue en ese momento cuando decidí empezar un proceso de terapia sin saber muy bien qué buscaba, simplemente con la sensación de que necesitaba encontrar qué pasaba con ese vacío que estaba ahí y que hacía conectar con algo parecido a lo que debe de ser la muerte.

Mi viaje interior

En ese proceso, gracias sobre todo al eneagrama, un sistema de identificación de tipos de personalidad, me di cuenta de la máscara que había llevado por el mundo desde bien pequeñita y que era la de fuerte. Uno de los primeros regalos que me hicieron de niña, en concreto mi abuela, fue un pequeño martillo. No, no de esos de plástico que tocan en las ferias. Durante mi adolescencia me puse las pilas en eso de ser fuerte: me dediqué nada más y nada menos que a lanzar peso, disco y martillo. Entre los 14 y los 24 años me lo tomé muy en serio, como una profesión. Competí a nivel nacional e internacional  y me entregué en cuerpo y alma a ello, dándole más importancia que a los estudios.

Al empezar lo que yo denomino mi viaje interior me di cuenta de cómo esa fuerza había hecho que lograr muchos objetivos a lo largo de mi vida pero, al mismo tiempo, me había separado del resto del mundo. Había creado una coraza, incluso muscular, que me impedía estar cerca del mundo.

El cambio esencial

Viventi nació de una crisis, de mi crisis personal. De esa crisis, que comenzó con una ruptura de pareja, llegó mi cambio esencial.  Gracias a aquella ruptura pasé por el dolor, por un dolor profundo que sanó muchas de las heridas de mi alma y que me hizo conocerme mucho mejor a mí misma.. Fue en ese momento, un poco después de la ruptura, cuando comenzaron a surgir las dudas sobre el ámbito profesional. Notaba que el periódico ya no me interesaba.

Tenía que contar lo que había dicho el alcalde sobre el metro pero en el fondo aquello me daba igual. Lo que me interesaba era una comunicación a un nivel más profundo, al nivel de cómo me comunico yo conmigo misma y cómo me comunico con el mundo. Dejaron de interesarme las palabras huecas, vacías, el mundo de las declaraciones en el que se hablaba sin decir nada.

La crisis del periodismo estaba comenzando en ese momento. Se veía que el periódico iba a dejar de ser sostenible en poco tiempo y fue ahí cuando tomé la decisión de formarme como coach. Casi al mismo tiempo empecé a escribir para elmundo.es sobre desarrollo personal y profesional y ahí es cuando me di cuenta de que había otra vocación latiendo fuerte dentro de mí a la que debía darle espacio.

En aquella época me situé en la creatividad, en la expansión. Mi hermana Alejandra y yo comenzamos a darle vueltas a abrir un centro para el desarrollo personal en la que había sido la casa de nuestros abuelos. Pensamos que podía ser un bonito destino bonito para esa casa levantada por mi abuelo y mi padre y que siempre había estado abierta a la gente. Todo se confabuló para que durante el verano de 2012 pudiéramos empezar a poner en marcha nuestro sueño.

De eso hace dos años justos ahora. Durante ese verano y los meses que siguieron, con la ayuda de nuestro padre, quitamos gotelé de las paredes de esa casa, acondicionamos una sala para hacer actividades de grupo, pintamos, montamos muebles… Hasta que en marzo de 2013 abrimos Viventi.

Todo es comunicación

A partir de ese momento, hace ya 15 meses, fue cuando comenzó esa renovación profesional de forma plena. Fue ahí cuando Pilar empezó a trabajar con nosotras y cuandos creamos Viventi Comunica, la parte de Viventi que se dedica a hacer formación y cursos fuera. Aunque pueda parecer rocambolesco Viventi Comunica la pusimos a rodar en una tarde, justo cuando nos dimos cuenta de que nuestros puntos fuertes son el desarrollo personal y la comunicación y que no había nadie que uniera ambos campos.

Y eso fue lo que hicimos, unir ambos campos y crear un catálogo de talleres con el que empezamos a darle el coñazo a todas aquellas personas que querían vernos. Para nuestra sorpresa empezaron a encargarnos talleres y comenzamos a darnos cuenta de que a las personas que los recibían les gustaban y les iban muy bien.

No está siendo fácil. Llevamos muchas horas trabajadas y también muchas horas de reflexión personal sobre qué estamos haciendo. Para mí ha sido especialmente difícil el cambio de concepto sobre mí misma. Yo siempre me he denominado en funcíón de lo que he hecho: cuando hacía atletismo era atleta, cuando trabajaba en un periódico era periodista. Decía yo soy periodista cuando en realidad lo apropiado es decir yo trabajo como periodista. Esas ideas sobre mí misma han hecho que sea más difícil el cambio, la reinvención, porque el definirte a ti misma en función de lo que haces es limitarte.

El miércoles, en una entrevista a través del chat de La Opinión de Málaga,  me preguntaban sobre esto y mi respuesta pudo ser coherente porque yo ya he encontrado un camino hacia la coherencia interna dentro de mí. Yo puedo ser periodista y puedo ser coach, puedo trabajar con la comunicación y puedo trabajar con el coaching. Una cosa no excluye a la otra, igual que el ser fuerte no excluye que sea tierna. Son caras de la misma moneda, lo que sucede es que nos empeñamos en hacer compartimentos estancos.

Para mí el gran punto de inflexión fue el darme cuenta que tanto como coach como periodista el eje principal de mi trabajo es la comunicación. En el periodismo estaba pendiente del contenido del mensaje que emitían ciertas personas, ahora trabajo con cómo se comunican esas personas consigo mismas y con el mundo.

Si hay algo que he descubierto durante estos seis años de proceso personal, de bajar a los infiernos para después salir, es que lo importante es el amor, el amor hacia lo que haces, hacia las personas que tienes al lado, hacia las que te cruzas y hacia ti misma. Cuando actúas desde el amor el resto viene sólo y lo único que queda es confiar en la vida.

* Me he animado a compartir en el blog de Viventi lo que conté ayer en Ideas en Femenino porque creo que es una manera de que nuestros lectores y nuestros clientes conozcáis mejor que es lo que nos ha traído hasta aquí y porqué estamos en lo que estamos. Si alguno queréis compartir vuestra historia personal en los comentarios, estaré encantada de leeros.