Confieso que hasta ayer por la noche era una de esas escasas personas que no ha visto ‘Buscando a Nemo’, la película de Píxar que ha hecho las delicias de niños y de mayores y que anoche hizo las mías. Es de esas películas que tienes pendiente y que no acabas de encontrar el hueco para ver: anoche, medio obligada, la vi al final y he de decir que para mí supuso un goce descubrir un film que habla tan bien del miedo, de cómo plantarle cara y de la superación personal.

Si en el anterior post escribía sobre el viaje interior y de como a veces en el viaje físico promueve ese viaje interior, esta película narra tres viajes interiores ligados a viajes físicos: el de Nemo, el pequeño pez payaso que es capturado por un buzo y llevado lejos de su apacible casa; el de Dory, la  pez cirujano con amnesia que se encuentra por casualidad con Marlín, el padre de Nemo, al que acompaña en la búsqueda de su hijo.

Marlín es el personaje que experimenta el cambio más grande en la historia y el verdadero protagonista: de ser un pez atenazado por el miedo, por el pesimismo y con el único objetivo de tener una vida estable y tranquila pasa a convertirse en un auténtico aventurero. Este cambio viene de tener un objetivo claro e irrenunciable: encontrar a su hijo ‘raptado’ por un dentista de Sidney, al que prometió que “jamás le pasaría nada”.

Lo que hace que Marlín comience a actuar es tener ese objetivo, recuperar a Nemo, y eso precisamente es lo que le hace emprender ese viaje que acaba siendo un viaje de autoconocimiento en el que experimenta una profunda transformación: de ser ese pez miedoso pasa a contactar con su fuerza, a vivir la vida con coraje y con determinación, sabiendo lo que quiere y luchando por ello. ‘Buscando a Nemo’ es  una película que habla de la superación y que muestra a la perfección la transformación que se puede llegar a producir en un proceso de coaching, de terapia o de autoconocimiento.

En el coaching, al igual que esta película, existe un objetivo claro para el que se trabaja. Y al igual que en la película, el protagonista -en la película Marlín, en un proceso el cliente o el paciente- cuenta con alguien que le hace de espejo, alguien que le reta continuamente y que le hace sacar lo mejor y lo peor de sí mismo y que tiene la virtud de vivir en el presente, sin importar ni el pasado ni el futuro. En el caso de ‘Buscando a Nemo’ este papel lo ejerce la desmemoriada Dory, mientras que en un proceso el encargado de hacerlo es el coach o el terapeuta quienes tienen que servir de espejo al cliente o al paciente que se sientan delante de él.

Al igual que en un proceso personal, en esta película lo único importante no es llegar al final del camino, sino disfrutar del camino en sí y valorar cada paso, cada pequeño logro, celebrar cada toma de conciencia por dura que sea y vivir el momento presente: por muy desconcertados que estemos (me estoy acordando de la escena en la que Marlín y Dory están en el interior de la ballena) es muy probable que eso que nos está pasando nos ayude a crecer

Y, por último pero no menos importante, al igual que un proceso personal, el cambio que se produce en una persona afecta al resto de personas que lo rodean. Cuando Nemo se entera de que su padre ha recorrido cientos de kilómetros para rescatarlo se contagía de la valentía de Marlín, se vuelve también valiente y se hace dueño de su propio destino y de su propia libertad.

 

Pregunta poderosa

¿Qué dejo de hacer por miedo?”