Hay mucha gente que piensa que la creatividad es algo que llevamos de nacimiento, que es algo que o tenemos o no tenemos, al igual que tenemos esa mancha calcada a la que tenía la abuela. Se nace con o sin ella. Y punto. Esa idea es falsa. La creatividad es algo que se puede trabajar, que se puede estimular y la meditación es un muy buen medio para impulsarla, tal y como pudieron comprobar ayer las 16 personas que asistieron al taller de liberación creativa que organizamos de forma conjunta la revista literaria Zoque y Viventi.

El taller de ayer fue una especie de experimento creativo. La idea era hacer una primera parte de meditación que guié yo y, justo después de esa meditación, lanzarse a crear a través de un ejercicio de escritura automática dirigido por Pilar Arijo, monitora de escritura creativa. El objetivo era que los participantes en el taller llegaran al momento de la escritura sin prejuicios, sin ‘deberías de’ en la cabeza y abiertos a la experiencia del momento, en contacto con lo que podemos llamar su ‘ser creativo’, libre de prejuicios y abierto al momento presente.

Este verano yo tuve la suerte de experimentar en mis propias carnes un trabajo parecido dirigido por Magda Durán en el Programa SAT de Claudio Naranjo. Durante cuatro días hicimos algo parecido para conectar con nuestra creatividad: meditamos y luego, de forma inmediata, nos lanzamos a pintar, modelar o escribir, dependiendo de en el momento en el que estábamos cada uno de los más de 100 participantes en ese taller. A mí hacer ese trabajo de esa manera me permitió tomarme la libertad necesaria para pintar, algo que no había hecho de manera libre desde que tenía unos siete u ocho años. La clave para lanzarme fue carecer de expectativas, de ideas prefijadas sobre lo que tenía o no tenía que hacer.

Un momento del taller de liberación creativa.

Un momento del taller de liberación creativa.

Recuerdo perfectamente el momento en el que me me dije: “Yo no sirvo para pintar“. Estaba en tercero o cuarto de EGB. Creo que fue una maestra sustituta, con la que tuvimos clase de plástica. No la conocía. Antes no había estado presente en mi vida ni lo estuvo después. La propuesta era hacer un dibujo no recuerdo muy bien sobre qué. Yo pinté un mundo, en el que la gente que habitaba en el hemisferio norte estaba de pie, mientras que la que estaba en el hemisferio sur aparecía boca abajo, como sucede en la vida real. Aquella maestra sustituta no entendió nada de nada y dijo que mi dibujo no se entendía, que no podía ser que hubiera gente boca abajo porque se caería.

Ése fue el momento en el que decidí que pintar no era lo mío. Y así ha seguido siendo durante los últimos treinta y pico años de mi vida. El cambio comenzó a producirse cuando empecé a pintar con un fin y ese fin era el de entenderme un poco más a mí misma. En muchos de los talleres que he hecho de crecimiento personal durante los últimos años se abría un espacio, aunque fuera muy breve, para pintar. Ahí poco a poco fui soltándome. Y adoptar los mapas mentales como un instrumento cada vez más recurrente para organizar el trabajo también ha hecho que le pierda el miedo a coger unos rotuladores y un papel.

La meditación ha sido el complemento perfecto: te permite entrar en contacto con tu yo más profundo sin juicio. Si te das cuenta, en el día a día, tenemos toda una nube de pensamientos en la cabeza que no paran de zumbar como abejas alrededor de la colmena. Si algo permite la meditación es quitarnos todo ese ruido mental y atisbar el espacio que hay entre cada pensamiento. En ese espacio vacío entre cada pensamiento hay algo nuevo, inédito, hay algo que tiene relación con nuestra espontaneidad, con esos lugares a los que no nos atrevemos a acceder cada día.

Algunos de los participantes en el taller, habituados a escribir, comentaron que la diferencia que experimentaron al hacer este ejercicio introduciendo la meditación fue que cambió su manera de dirigir la atención. La segunda parte del taller consistía en ver una fotografía y escribir sobre aquello que evocaba la fotografía. Al parecer, el hecho de meditar antes hizo que su atención se intensificara y su conciencia sobre los detalles se ampliara. La percepción sobre la realidad exterior era otra, más atenta, más concentrada, más amplia.

Un buen punto de partida, sin duda. En Viventi queremos seguir apostando por unir creatividad y desarrollo personal, por ese motivo hemos programado otro taller con la revista literaria Zoque y tenemos previsto formar un grupo a partir de febrero para trabajar ‘El camino del artista’. El taller con Zoque será el próximo sábado 13 de diciembre y estará enfocado a la creación de personajes de villanos. Explicaremos, desde un punto de vista psicológico y desde su carácter, cómo son los villanos, que los lleva a convertirse en malvados y si hay o no una salida. En cuanto al grupo de ‘El camino del artista’, nos inspiraremos en el libro de Julia Cameron del mismo nombre para desarrollar un curso de 12 semanas con el fin de descubrir y rescatar creatividades dormidas. En este curso también usaremos la meditación para contactar con ese yo creativo. ¿Te apuntas a alguna de nuestras propuestas?

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